Llevame a la estación...

jueves, 20 de noviembre de 2008


Todos encontramos un punto de conexión con el pasado. La primera vez que me impactó una melodía cursi de contenido poético básico pero efectivo, tenía sólo 12 años. Fue en Carlos Paz ’92, Córdoba, pleno viaje de egresados de 7mo. Fiebre mundial por los Guns, y locura adolescente argenta, porque realmente no cabe otra descripción, por el ¿rapero? Jazzy Mel y los pachangueros Vilma Palma e Vampiros. Y en estos últimos me detengo.
Los de mi generación vinculamos nuestros primeros chascos nocturnos en boliches de luces láser noventosos indefectiblemente con varias canciones, pero sin lugar a duda, las de la banda rosarina liderada por el “Pájaro” Gómez, se lleva una rica porción de los recuerdos.
¿Vieron cuando al sentir un aroma repentinamente y sin sospecharlo te transportás mentalmente a otra situación? Viajás sin boleto a un espacio del pasado, que puede ser una persona, un lugar, un dolor o una alegría. En inglés sería to be carry away.
Hoy de casualidad me topé con Bye-Bye, canción de coro querible, melodía cantable y letra casi tanguera en tiempos de pop chato. Y viajé al pasado. Me invadió una especie de angustia intolerable, mezcla de nostalgia con sensaciones de púber preadolescente. Seguro, que en el ’92, cuando descubrí esta canción, no tenía muy en claro como se representarían esas sensaciones en la vida real. Claro, todavía no había vivido lo suficiente. Pero, sospecho que mi tendencia depresiva en cuestiones de amor, comenzaba a vislumbrarse.
Fue así, que más tarde, con el avance de las historias, de los besos, de las decepciones y de los proyectos, el estribillo pegadizo de Bye Bye cobró sentido.
Realmente considero que Vilma Palma musicalmente no pudo haber modificado la historia argentina, pero nadie puede negar el logro de superar el millón de discos en venta. Sin embargo, lo más importante, es la forma en la que una canción trasciende días, años, personas y sentimientos. Ahí radica su magia. Traer olores y gente.
Hoy, Bye Bye cobra un nuevo sentido, hoy la escucho para sentirme mejor, diría el sodero Gustavo. Tal vez no describa la totalidad de lo que me sucede, pero sí me conectó al pasado en un punto, y es en esa sensación que me pide a gritos machacarla en mi mente.
Pasaron 17 años de ese descubrimiento, y es más, hasta coincide la fecha, porque fue a fines de noviembre del 92, es más, si no fue el 19 como hoy, fue dos o tres días antes, el momento en que revelé que el “déjame déjame que te toque la piel” me acompañaría hasta el final de mi propia canción.

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